Antes de empezar a contar mi historia, voy a preguntaros una cosa. ¿Creéis en fantasmas?
Yo siempre había creído. Tenía motivos. Pero todos me decían que padecía una posible esquizofrenia, que las voces que escuchaba y las sombras que me acechaban eran productos de mi imaginación. Y no tuve más remedio que creerlos.
Todo esto cambió el día en el que fui al cementerio con mi novia y un gato se cruzó en nuestro camino. Ella comenzó a perseguirlo y yo a correr detrás de ella. Imaginaros el panorama. Dos chicas corriendo por un cementerio detrás de un gato hasta que este se detuvo en una tumba. En una tumba con mi nombre y apellidos. En ese momento, no tuve más remedio que creer en los espíritus, especialmente cuando me enamoré de uno, haciendo que toda mi vida cambiara, sumergiéndome en un mundo de brujería, antiguas maldiciones paganas, amistad y sobre todo amor a la oscuridad.
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