Ser moneda de cambio nunca fue su decisión y será algo que Isolde dejará claro desde el primer momento.
Aunque de nada servirá que reniegue con todas sus fuerzas.
Su futuro ya ha sido entregado por el bien de Inglaterra y las probabilidades de que eso cambie son nulas.
Tierras.
Ese es su único deseo.
Daven piensa que un enlace acordado será un mero trámite para alcanzar su objetivo. Y no se equivoca, será una formalidad, sí, pero con voz propia, tan inteligente y terca, que lo sacará de quicio.
Lo que ninguno de los dos sabe es que el amor es caprichoso. Y lo que hoy es una fatalidad, mañana puede ser una fortuna.
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